Algunos expertos sostienen que el jarabe impulsa a las personas a comer en exceso por sus efectos a corto plazo en el organismo.
La glucosa produce un aumento de la producción de la insulina, la hormona que ayuda a reconocer la saciedad; en cambio, la fructosa tiene un efecto menor sobre la insulina.
Estudios sugieren también que el efecto de la fructosa sobre las "hormonas del apetito", que ayudan a controlar el consumo de alimentos, es más débil.
Para analizar mejor el problema, Tina Akhavan y G. Harvey Anderson, de la University of Toronto, en Canadá, realizaron dos estudios sobre 31 hombres saludables. En cada ensayo, los hombres bebieron distintas soluciones dulces (con azúcar, jarabe de maíz rico en fructosa u otra combinación de glucosa y fructosa). Todas esas soluciones tenían la misma cantidad de calorías. A la hora y media, los hombres podían comer la cantidad de pizza que querían. En general, el equipo halló que no había diferencia en los niveles de apetito o de consumo de alimento de los hombres que antes habían consumido azúcar o jarabe de maíz.
Y aunque las soluciones dulces con mayor nivel de glucosa que fructosa aumentaron la producción de insulina, todas las soluciones suprimieron por igual la acción de la grelina, la hormona que estimula el apetito.
"Estos estudios no respaldan la hipótesis de que reemplazar la sucrosa con jarabe de maíz rico en fructosa como endulzante calórico favorezca la alimentación excesiva y la obesidad por sus diferencias en los efectos fisiológicos de corto plazo", concluyeron los autores.